Drogas: la gran paradoja
Actualmente, el consumo de drogas está a la orden del día, y es nuestra sociedad la que nos inculca el consumo de estas sustancias adictivas. Encontramos su presencia y promoción social en la mayoría de contextos que nos rodean: la televisión publicita el juego, las celebraciones familiares siempre se acompañan de un brindis con una copa de alcohol, los estancos y los supermercados lo comercializan al igual que el tabaco con toda naturalidad. Nadie se escandaliza, está normalizado, lo aceptamos e incluso lo consumimos; pero, ¿hasta qué punto?
Las drogas como problemática social adquieren dos percepciones distintas: por una parte, su legalidad, y por otra, la percepción de autocontrol sobre su uso. El consumo ocasional de alcohol o tabaco en sociedad, o incluso marihuana de carácter terapéutico, no tiene una connotación negativa; mientras que la consumición de estas u otras sustancias ilegales de forma cotidiana, lleva implícita la apreciación de riesgo, de irresponsabilidad o incluso de rechazo hacia el consumidor. He aquí la paradoja.
La fina línea que separa el consumo social ocasional del habitual viene determinada por numerosos factores interpretados como perjudiciales, que contribuyen a la estigmatización, creación y mantenimiento de prejuicios hacia las personas que presentan dependencia a las mismas. Se les culpabiliza por su situación de adictos, ignorando su condición de pacientes con trastorno que precisan de un tratamiento individualizado.
Las drogodependencias se relacionan con el abuso, el vicio, la exclusión y la falta de responsabilidad de aquellos que las padecen. Al tratarse de sustancias que generan obsesión, su consumo eclipsa a los ámbitos restantes de la vida, poniéndolo como la prioridad más inmediata. Por eso hacen de este colectivo, el ideal con el que trabajar a distintos niveles.
En CEDA dirigimos nuestra
intervención hacia la fase de deshabituación de las conductas adictivas y la
reinserción en la sociedad, siendo este punto del programa donde más pesan
los estigmas. Trabajamos con nuestros usuarios, mediante un PAI (Programa de Atención Individualizado),
todos aquellos factores que puedan haber tenido o tengan incidencia en su
condición de personas con trastorno adictivo. Abarcamos todas las esferas de su
vida, tanto presente como pasada, a nivel personal, social, económico, laboral,
etc., con el objetivo de contrarrestar el efecto que pueda tener en su
reinserción el rechazo de la sociedad. Ya que puede provocar una regresión en su
mejora progresiva y sustancial a lo largo del tratamiento, produciendo en ellos
una sensación de culpabilidad y menosprecio.
En nuestro centro realizamos distintas intervenciones orientadas a informar e instruir en herramientas de ámbito social e interpersonal que incrementen las capacidades o habilidades sociales. Su finalidad es reducir la exclusión a la que se exponen los usuarios durante el proceso de deshabituación, mediante la propuesta de alternativas de ocio saludable e interviniendo en aquellos factores o detonantes de su consumo.
El equipo terapéutico apostamos por el trabajo multidisciplinar, que nos ofrece una visión más completa de la consideración positiva o negativa sobre la inclusión social de cada uno de nuestros usuarios, en función de su momento individual y personal de mejora dentro de la globalidad del tratamiento que realicen. En CEDA, como centro especializado en la deshabituación de adicciones, creemos en la importancia de realizar proyectos de intervención orientados a la reinserción, priorizando el tratamiento de desintoxicación o deshabituación. Gracias a las herramientas, conocimientos, pautas o capacidades adquiridas, se facilita la posterior inclusión y mantenimiento de la abstinencia, viéndose reducidos de este modo los prejuicios hacia el colectivo.