El enigmático proceso de la Deshabituación
Todo en la vida es empezar, los cambios aterrorizan, generan inseguridad, nos sacan de nuestra zona de confort (espacio seguro), y nos angustia el miedo a los cambios, las nuevas relaciones interpersonales, a las cosas que no podemos controlar o que se escapan de nuestro dominio. En definitiva, el miedo a lo desconocido, al que dirán, que pasará, como estaré o si la elección o decisión tomada anteriormente será la correcta.
Los cambios son necesarios además de educativos, nos aportan diferentes perspectivas y nuevos modelos de funcionamiento que buenos o malos podemos utilizar en algún momento de nuestras vidas que estimemos oportuno. Los cambios son para los valientes, para los que quieren superarse y miran de frente al futuro. Nadie dice que los cambios fueran fáciles pero sí muy útiles y en muchas ocasiones, necesarios.
Los cambios producen respeto, incomprensión en nuestro entorno muchas veces y nuevos miedos que debemos afrontar y superar. Suponen retos. Esto nos hará menos vulnerables y más inteligentes y prácticos a la hora de tomar nuestras propias decisiones.
Durante el proceso de deshabituación experimentamos un cúmulo de factores que ponen a prueba nuestras capacidades tanto físicas o psíquicas, desde pensamientos o auto-engaños que suponen pequeños obstáculos a las personas que deciden cambiar de estilo de vida y aunque en un principio no son conscientes de ello, muchos de sus hábitos presentes. También un factor importante es la gestión emocional, las emociones los primeros días, primeras semanas están a flor de piel, muchas dudas aparecen en las primeras horas del internamiento voluntario, pasando de estados de euforia a estados melancólicos en cuestión de minutos. Es importante que el profesional o equipo referente sea consciente de estas situaciones y sepa aplacar estas ruletas emocionales con el apoyo siempre importante del grupo de usuarios/as más veteranos, que realizaran una importante labor en la acogida al nuevo miembro del grupo para su adaptación al centro y comunicar sus demandas.
La convivencia con otras personas puede resultar sumamente beneficiosa, ya que ellos mismos tienen algunos aspectos o patrones comunes, y es por esto que entienden muy bien las experiencias pasadas, las noches en vela por consumo de sustancias o comportamentales y las malas decisiones tomadas en muchos momentos, generándose un componente nuevo, el grupo de auto-ayuda. Hay que tener siempre en cuenta las conversaciones tóxicas, que se han de ir disminuyendo paulatinamente y evitar ciertas recreaciones o comentarios impropios en un tratamiento, derivando este tipo de conversaciones en caso de ser necesario, a las dinámicas ejercidas y controladas del equipo terapéutico. Desde CEDA trabajamos todos estos aspectos de forma holística, contando con un PAI (Plan de Acción Individualizado) a cada persona, con un equipo dedicado y responsable con el objetivo de dotar al usuario/a de las herramientas y aspectos necesarios que encaucen o faciliten la reincorporación progresiva en la vida diaria y pueda detectar con facilidad las situaciones de riesgo frecuentes, y los factores de protección que le permitan llevar una nueva vida plena.